Una exploración de los “caballos de Troya” para la innovación educativa
Pepe Menéndez: “La innovación surge de una buena lectura del contexto”
Referente internacional en procesos de transformación educativa, Pepe Menéndez defiende la necesidad de pensar la innovación no a partir de las herramientas tecnológicas, sino de una mirada profunda sobre los estudiantes, su proyecto de vida y su contexto real.

El nombre de Pepe Menéndez se asocia directamente a una de las experiencias de innovación pedagógica que la comunidad educativa internacional viene observando con mayor interés: el de Horizonte 2020 en Barcelona. Menéndez participó de la creación y desarrollo de ese modelo de transformación educativa, que se ha vuelto una referencia en América Latina y España.
En esta entrevista con Agenda Educativa, el ex director de la Red de Colegios Jesuitas de Cataluña repasa los desafíos de una innovación educativa inclusiva y habla sobre su último libro, Escuelas que valgan la pena (Paidós). “El reto de transformar la educación es global, no es de un solo país”, afirma. Ese desafío se ha acelerado en las últimas semanas, con el cierre de escuelas en 188 países y millones de docentes obligados a cambiar su modo de enseñar.
–El libro hace especial hincapié en la mirada del profesor sobre sus estudiantes, algo que se vuelve especialmente relevante en el contexto actual de virtualidad. ¿Por qué es tan importante esa mirada?
–Hoy sabemos por distintos estudios que las expectativas del profesor impactan directamente en el aprendizaje de los estudiantes. Cuando me acerco a acompañar a otro para que aprenda, lo esencial es desde qué perspectiva lo miro. Lo puedo mirar como una persona que tiene que aprender unos conocimientos, como una persona global que aprende desde lo que es y lo que ha sido, como una persona que puede aprender desde cualquier condición en la que se encuentre, o como alguien que tiene que llegar a un cierto listón y, si no llega, no pertenece al grupo.
–¿Qué transformaciones supone pensar una educación orientada al proyecto de vida?
–La primera transformación es rotunda, y requiere reestructurar la organización de las asignaturas y reorganizar la agrupación de alumnos y profesores. Si lo que yo pretendo es que un alumno se forme, adquiera conciencia de ciudadanía, de responsabilidad, de derechos y deberes, no puedo considerar el currículum como un programa cerrado de contenidos que voy a dar más allá de las condiciones que tenga ese grupo de alumnos y el contexto social en el que están.
Hoy sabemos por distintos estudios que las expectativas del profesor impactan directamente en el aprendizaje de los estudiantes. Cuando me acerco a acompañar a otro para que aprenda, lo esencial es desde qué perspectiva lo miro
Pepe Menéndez
–El contexto actual también ha obligado a repensar la importancia del currículum. ¿Cómo debería repensarse esta cuestión?
–No puede haber un currículum detallado que sea igual para todo el país, sino que tengo que cambiar la mirada desde aprender contenidos hacia adquirir competencias. No puedo considerar que el currículum es una enciclopedia que los estudiantes deben aprender. En realidad, es una herramienta de formación de la persona. Y tiene que provocar preguntas, desafíos; invitar a la exploración, a crear.
En España hay una gran apelación a la orientación profesional de los alumnos: en el último año se decide que conozcan universidades, que escuchen a profesionales adultos. Cuando en realidad, la orientación forma parte de decisiones vitales que hay que ir construyendo desde los 11 o 12 años, con preguntas que te ayuden a descubrir lo que te gusta, dónde te ves capaz y potencialmente bueno. Por eso el currículum tiene que ser más abierto.
–En el libro usted escribe: “El tipo de educación que practicamos se deriva directamente de la concepción que tenemos sobre la capacidad de progreso de las personas”. ¿Por qué?
–Nosotros hemos aprendido de una manera, y esa manera nos ha hecho creer que somos capaces de ciertas cosas. Nuestras creencias acerca de lo que somos capaces vienen en gran medida de la educación que hemos recibido: si recibimos una educación basada en la confianza y en el esfuerzo bien entendido, en la exigencia que te invita a ir más allá de lo que tú puedes, entonces nos vamos formando en esa creencia.
Todos tenemos pequeños “traumas” en relación con las cosas que aprendimos de manera desagradable. Por ejemplo, yo de chico tuve malas experiencias con el juego competitivo porque tenía la presión de uno de mis abuelos. Eso me bloquea un poco cuando juego, porque perdí la confianza de dejarme llevar por aquel reto. Por eso es tan importante crear ese contexto de confianza, y eso requiere que el educador reflexione sobre cómo aprendió. De ahí se derivan sus creencias como profesional. Y cuando las pongo en juego, tengo que darme cuenta.
Por ejemplo, darme cuenta de cómo le puedo hablar a determinado chico o chica, y cómo no le puedo hablar a otro, porque corro el riesgo de que se bloquee. La exigencia que para unos va muy bien, a otros los bloquea. Por eso tengo que modular mi manera de enseñar en función de esa historia personal y esa proyección de cada alumno.
No puede haber un currículum detallado que sea igual para todo el país. Es una herramienta de formación de la persona. Y tiene que provocar preguntas, desafíos; invitar a la exploración, a crear
–A raíz de la pandemia, el concepto de innovación ha quedado en el centro del debate educativo. ¿Cuáles son las características de una innovación pedagógica sólida y sostenible?
–La innovación responde a que yo haga una buena lectura del contexto. Depende de una lectura correcta de lo que está pasando y de las herramientas que los niños necesitan en el mundo actual. Si hay un acuerdo social que señala que tenemos que aprender a leer y escribir, nociones básicas de ciencias, a comunicarnos y a relacionarnos, esos serían los elementos claves que están ahí como fundamentos. La innovación consiste en cómo voy a conseguir aquello en el entorno actual.
Ahora, con el coronavirus, de repente todo el mundo está haciendo home schooling. Pero no se está haciendo correctamente: en muchos casos es una traslación literal de lo que se hacía en el aula. O, en el peor de los casos, es solo una asignación de deberes que supone la ayuda de los padres. La innovación, desde mi punto de vista, consiste en elaborar cuál es la respuesta que yo tengo que dar al contexto actual.
El acceso a las herramientas tecnológicas por sí mismo no resuelve nada, sino que vuelve a poner un gran reto: el reto de la mirada. ¿Los jóvenes se van a educar con una mirada solidaria, de aproximación al otro, o será una mirada puramente técnica? En el mundo de la empresa, innovar es encontrar soluciones que abaraten los costos. A veces digo que, en educación, abaratar los costos sería frenar el abandono escolar, frenar el fracaso de los alumnos: conseguir que todos aprendan. Para eso es imprescindible una mirada que lea bien el entorno.
–¿Cómo se hace para que las innovaciones individuales de los profesores o de las escuelas empiecen a permear el sistema?
–En el pasado creíamos que, si un profesor cambiaba, eso poco a poco iría cambiando todo: la escuela, el sistema. Ya sabemos que no funciona así. Tenemos excelentes profesores individuales que no consiguen difundir sus buenas prácticas en su escuela. Venimos también de una cultura en la que profesores hemos trabajado muy poco en equipo. No nos hemos parecido a los médicos en los hospitales, donde se trabaja en equipo, compartiendo diagnósticos, estudiando casos.
La transferencia no es compartir buenas prácticas técnicas, por ejemplo compartir con un colega un video que me sirve para explicar la Independencia de Argentina. Ahí nos salteamos la primera fase de la innovación, que es pensar el contexto de los alumnos que tengo delante y sus conocimientos previos. Una buena práctica que funciona en una escuela urbana de clase media tal vez no me sirva en otra escuela rural de frontera. Tenemos que concienciar mucho más a las escuelas acerca de la necesidad de hablar de las necesidades de los alumnos, de sus contextos, de sus aprendizajes previos.
Cuando explicábamos el proyecto de Horizonte 2020, muchas veces nos preguntaban: “¿Y cómo hacéis el horario? ¿Me puedes mandar el Excel?”. Pero el Excel es el resultado final. El reto no es solo compartir buenas prácticas. Hay muchos congresos donde se hace eso. La buena práctica, desde mi punto de vista, es alejarse un poquito de las cuestiones técnicas y pensar mucho en el propósito de la educación. Volver al análisis del contexto y reflexionar sobre el propósito que tenemos en esta escuela, en este territorio.
En el pasado creíamos que, si un profesor cambiaba, eso poco a poco iría cambiando todo: la escuela, el sistema. Ya sabemos que no funciona así. Tenemos excelentes profesores individuales que no consiguen difundir sus buenas prácticas en su escuela
Pepe Menéndez
–El texto subraya la necesidad de reconectar con el origen de la propia vocación docente. ¿Qué se pone en juego ahí?
–Sobre todo, un proceso de desaprendizaje. Todo docente tiene una creencia cuando empieza en una escuela: ¿cuál creo que es mi tarea? ¿Es explicar y luego examinar? ¿Lo importante es que los alumnos aprendan unos contenidos? En nuestra profesión no hay mucho debate acerca del propósito fundamental de la educación. Necesito conectar esto con mi vocación, preguntarme qué me llevó a mí a la docencia. Tal vez fue que no tenía otro trabajo. Esto no significa que tengo que pensar lo políticamente correcto, sino mirar hacia dentro. Nadie da lo que no tiene. Si no tengo vocación de educador, si no me interesa el crecimiento de los adolescentes, si no me importa lo que ven en la televisión o la música que escuchan, no voy a poder conectar con esos chicos.
–Cuando empezaron con Horizonte 2020, supongo que la fecha sugería un punto de llegada o futuro aspiracional. Ya estamos en 2020. ¿Cuánto se ha transformado la educación en el camino, y cuánto falta?
–A mi alrededor veo un anhelo de cambio, un deseo de conectar la escuela con la vida, con los intereses de los estudiantes, con su curiosidad. A pesar de las dificultades, de que no todo el mundo sabe exactamente lo que tiene que hacer, de que muchas escuelas aún dudan porque no es fácil avanzar hacia una zona desconocida.
Veo un mayor convencimiento en las escuelas donde los profesores están trabajando en equipo, donde incluso comparten las aulas. Veo una mayor ilusión en los profesores que encuentran en el brillo de la mirada de los alumnos más curiosidad, más alegría, menos desafección, menos aburrimiento.
Hay una convicción de conseguir que la educación llegue a todos los niños de un país, más allá de su condición social. Hay un anhelo de equidad. A pesar de los errores que pueda haber en la puesta en marcha de los cambios, a pesar de las dudas e incluso del cansancio, hay una convicción de que este es el camino y ya no vamos a volver atrás.

- EN FOCO
Agenda Educativa
- 8 mayo, 2020
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2 Comentarios
Que nota tan buena en estos tiempos!
[…] “La innovación responde a que yo haga una buena lectura del contexto. Depende de una lectura correcta de lo que está pasando y de las herramientas que los niños necesitan en el mundo actual. Si hay un acuerdo social que señala que tenemos que aprender a leer y escribir, nociones básicas de ciencias, a comunicarnos y a relacionarnos, esos serían los elementos claves que están ahí como fundamentos. La innovación consiste en cómo voy a conseguir aquello en el entorno actual”, decía Menéndez en una entrevista reciente con Agenda Educativa. […]