Lucrecia Prat Gay: “Este es un año para sostener a los docentes”

Impulsora del congreso internacional “La educación alterada”, Lucrecia apuesta a seguir “alterando” la educación por medio de la colaboración, la conciencia emocional y las habilidades sociales. La especialista afirma que el apoyo a los docentes debe ser prioridad en este comienzo del ciclo lectivo.

 Lucrecia Prat Gay: “Este es un año para sostener a los docentes”

Lucrecia Prat Gay es directora del área de Educación de la Asociación Educar para el Desarrollo Humano. Autora de un libro sobre inteligencia emocional en la escuela, se autodefine como “docente de alma y aprendiz eterna”. Es una de las impulsoras del Congreso Virtual Internacional “La educación alterada: Desarrollando las habilidades de la pandemia y post-pandemia, organizado por Fundación Esseri y apoyado por Agenda Educativa: sortearemos 5 pases para tener acceso completo al evento.

Sobre el Congreso, Lucrecia cuenta: “Cuando terminó el año pasado, nos dimos cuenta de que 2021 iba a ser más o menos igual. Queríamos arrancar el año con un poco más de guía de la que habíamos tenido en 2020, cuando explotó la pandemia. La idea es darles una mano a los docentes que comienzan otro año complicadísimo, para que todos tengamos un poco más de herramientas. Llamamos a especialistas que, desde su lugar, pudieran sugerir ideas muy prácticas para arrancar este ciclo lectivo. La intención es compartir ideas desde distintos países: España, Perú, Colombia y Argentina”.

–El título del Congreso se refiere a la educación “alterada”… ¿en qué sentido? ¿qué alteraciones serían deseables?

–El título se le ocurrió a un educador extraordinario, Mariano Quinterno, y tiene un doble sentido. Por un lado, la educación que ya se vio alterada por el COVID-19, a partir de transformaciones que buscaron salir de la urgencia. Por otro lado, la educación que tenemos que seguir alterando. La pandemia significó un principio para que ahora sigamos pensando cómo seguir alterando la educación. No es suficiente un cambio o un ajuste, es necesario barajar y dar de nuevo.

Hay varias prácticas del año pasado que fueron quedando. Lo primero es la colaboración entre colegios, entre docentes, entre directivos y entre alumnos. Para poder asegurar la continuidad pedagógica hubo que salir a pedir y ofrecer ayuda. Vimos a docentes de materias diferentes planificando juntos, abrimos espacios para padres, hubo más acompañamiento. Venimos acarreando un sistema educativo del siglo XIX que insistía mucho en lo individual, pero estamos en un mundo globalizado que nos está pidiendo lo contrario. Creo que se terminó el “cada maestrito con su librito”, y ahora viene una comunidad de aprendizaje.

Hay varias prácticas del año pasado que fueron quedando. Lo primero es la colaboración entre colegios, entre docentes, entre directivos y entre alumnos

–¿Qué importancia debería tener la inteligencia emocional en la vuelta a clases? ¿Cómo hacerle lugar?

–El año pasado quedó muy claro que estábamos todos en la misma tragedia, pero que algunos estaban en mejor situación que otros. No me refiero solo a la situación económica o laboral, sino que hubo gente que supo ser más resiliente. Creo que fue muy claro que las personas que tenían un poco más de conciencia emocional pudieron salir adelante mejor. El año pasado me llamó la atención la cantidad de consultas acerca de cómo trabajar lo emocional en las clases virtuales. Tuvimos que abrir distintos espacios con alumnos, con docentes, con padres para ayudarlos a transitar la incertidumbre enorme y el estrés crónico que se generó. Fue muy evidente la necesidad de que las habilidades sociales y emocionales fueran parte de la nueva escuela. Sería bueno que pudiéramos enseñarles a los chicos a hacer meditaciones cortas cuando se sienten asustados, o enseñarles a los padres a hacer visualizaciones para poder bajar su nivel de adrenalina y cortisol en sangre. Hay muchas actividades concretas y apoyadas por la ciencia que ayudan a que la gente pueda lograr un cierto bienestar aun en el medio de una tragedia tan grande como el COVID-19. Creo que la conciencia emocional también llegó para quedarse.

El año pasado me llamó la atención la cantidad de consultas sobre cómo trabajar lo emocional en las clases virtuales. La conciencia emocional llegó para quedarse

–¿Cómo trabajar las emociones de los docentes en esta situación? ¿Qué hacer con el miedo ante la vuelta a la presencialidad?

–No hay pedagogía sin pedagogos. Este es un año en el que hay que poner el acento en los docentes. Las jornadas pedagógicas deberían estar pensadas para ayudarlos a mantener un estado de relativa calma ante la situación de tener que ser, como docentes, portadores de esperanza. Este año hay que reforzar al máximo el estado anímico de todos los docentes. No sabemos cuánto tiempo va a durar esto: nos estamos preparando para algo que va a necesitar mucha energía. Me gustaría ver que desde los distintos órganos oficiales hubiera un claro objetivo de sostener al docente. En educación estamos acostumbrados a pensar en el otro, el estudiante es el objeto de nuestro interés. Lo que estamos viendo es que ahora tenemos que poner primero al docente, ayudarlo, darle herramientas, escuchar lo que necesita, para que pueda llevar adelante todo lo que se le pide: llevar adelante la continuidad pedagógica, recibir a chicos que tal vez vienen de estar todo el año encerrados y que tienen miedo de salir.

Mucho de la presencialidad va a ser sencillamente encontrarnos: escucharnos, ver cómo estamos. No es poca cosa lo que pasó, es una crisis mundial. Los que volvemos somos los que hemos podido sobrevivir. Pensar que volvemos a la presencialidad para ponernos al día con lo académico es no entender que seguimos estando en una situación muy dramática.

Mucho de la presencialidad va a ser sencillamente encontrarnos: escucharnos, ver cómo estamos. No es poca cosa lo que pasó, es una crisis mundial

–¿Por dónde empezar a reconstruir los vínculos?

–Yo vengo siguiendo las publicaciones de Unicef, que tiene mucha investigación científica sobre lo que están haciendo los países y aporta consejos sobre cómo seguir. Según estos estudios, lo importante va a ser acompañar al otro, escucharlo, celebrar que volvió y está sano. Hay que postergar más adelante lo que la escuela obviamente hace, que es transmitir conocimiento. Lo importante va a ser que las personas sientan que están volviendo a un lugar que las quiere, las acoge, las escucha, y donde compartimos lo que nos pasó a todos.

Este es un momento histórico. Dentro de 20 años, nuestros estudiantes se van a acordar del docente que los llamaba todas las semanas para ver cómo estaban, los padres van a recordar la escuela que les abrió espacios para escucharlos.

Varios estudios insisten en que esta vuelta sea un espacio para los vínculos, para el reencuentro, y no para ponernos al día con las materias. Para muchos chicos la escuela es el lugar donde tienen un adulto responsable que los quiere, que cree en ellos. Es el lugar donde están sus amigos, donde desarrollan su dimensión social. En este momento la escuela tiene que dejar que sucedan esos encuentros y escuchar mucho lo que necesitan los actores de la educación: tanto los docentes como los estudiantes.

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