Una exploración de los “caballos de Troya” para la innovación educativa
“La pedagogía del cuidado empieza por las emociones de los estudiantes”
Como maestra hospitalaria, Inés Bulacio piensa que las emociones de los estudiantes son la “punta del ovillo” del aprendizaje. También subraya la importancia de contar con espacios compartidos con los colegas para gestionar las propias emociones, y destaca el valor de la escucha activa.

Inés Bulacio tiene un largo recorrido como maestra en la Escuela del Hospital de Niños Ricardo Gutiérrez y en la modalidad de educación domiciliaria. Es la impulsora de Radio Gutiérrez, un proyecto innovador que recibió varios reconocimientos; entre ellos, la nominación de Inés al Global Teacher Prize en 2016 y al premio Maestros Argentinos en 2017. Desde hace unas semanas es vicedirectora en la escuela donde ha trabajado durante años.
En esta entrevista con Agenda Educativa, Inés reflexiona sobre la centralidad de las emociones en el proceso de aprendizaje, a partir de su propia experiencia: la de una maestra que enseña a estudiantes en situación de enfermedad, yendo de cama en cama o visitándolos en sus hogares.
–Desde tu experiencia como maestra hospitalaria, ¿qué importancia tienen las emociones para el aprendizaje?
–Es la punta del ovillo del proceso de enseñanza y aprendizaje. Partimos desde las emociones, en primer lugar las del alumno, para ganar su confianza. En el ámbito hospitalario y domiciliario se habla mucho de una ética basada en el cuidado, y en esta pedagogía del cuidado se vuelve fundamental tener en cuenta las emociones del alumno, especialmente dentro de nuestro ámbito, donde tenemos niños en situación de enfermedad. Para poder abordar la tarea pedagógica diaria, tenemos que comenzar desde los sentimientos y emociones del niño.
Más aún hoy: la pandemia coloca a todos los niños en una situación de vulnerabilidad, estuvieron todo el año pasado encerrados, con miedo a este virus desconocido, atravesando una situación traumática. Si no abordamos primero los miedos, cómo se vieron afectados por el aislamiento, el aprendizaje quedará a mitad de camino. No podemos pretender que un niño aprenda si no entiende lo que le pasa y lo que está pasando a su alrededor. La pandemia atraviesa a todos los niños, y el trauma estuvo presente en mayor o menor medida para todos. Es fundamental que el docente pueda crear un espacio de afecto, de contención, para que en ese marco se pueda llevar adelante el aprendizaje.
No podemos pretender que un niño aprenda si no entiende lo que le pasa y lo que está pasando a su alrededor. La pandemia atraviesa a todos los niños, y el trauma estuvo presente en mayor o menor medida para todos
Inés Bulacio
–¿Cómo hacerles lugar a las emociones en la clase, sea presencial o virtual?
–A veces es más sencillo de lo que parece. Se trata de manejar nuestras propias emociones y de pensar, desde la empatía, qué es lo que el otro necesita. En pedagogía hospitalaria se habla de la empatía terapéutica, que apunta a pensar qué necesita ese niño en particular, desde su singularidad y su contexto. Tal vez en la presencialidad sea más fácil, pero desde la virtualidad también podemos estar atentos. El docente tiene que desarrollar la inteligencia emocional y tener las habilidades necesarias para crear este clima de confianza, contención y cuidado.
Es importante no dejar pasar las situaciones, no naturalizarlas; hacer preguntas a cada niño, observar lo que dice y lo que no, porque a veces en los silencios hay mucha información; estar pendientes de las ausencias: ¿por qué no se conecta este niño?
Desde la virtualidad, a veces puede hacer la diferencia un llamado de la maestra, mandarle un mensaje, que escuche la voz de su docente, preguntarle cómo está, decirle: “Pensé en vos”. Eso puede cambiarles el día, sobre todo a niños que viven en mucha vulnerabilidad. Y permite entablar un diálogo desde otro lado. Yo trato de conocer los gustos de mis alumnos: el año pasado por ahí les mandaba un link con un videocuento, una canción que les gustara o una receta de una comida rica. A veces lo más simple, lo más cotidiano, es lo que nos permite conectarnos con ese niño y romper la barrera del aislamiento en que están los niños y familias que atraviesan situaciones críticas.
El docente también tiene que saber hacer puentes, estar alerta para poder articular con otros profesionales y tener una mirada integral de lo que el niño necesita, más allá de los aspectos curriculares. Armar equipo y generar espacios, recuperar la confianza del niño que está atravesando una situación de enfermedad o que no pudo conectarse en todo el año. Tener un plan a, un plan b y un plan c, trabajando en equipo para tener una mirada integral del niño, su familia y su circunstancia.
Es fundamental la escucha activa, en el caso de la escuela hospitalaria no solo del niño sino también de su familia que lo está acompañando. Estamos todo el tiempo articulando, por ejemplo viendo cómo hacer para que una familia consiga la silla de ruedas o el aparato de oxígeno para que el niño pueda volver a su casa.
El docente también tiene que saber hacer puentes, estar alerta para poder articular con otros profesionales y tener una mirada integral de lo que el niño necesita, más allá de los aspectos curriculares
Inés Bulacio
–La modalidad hospitalaria requiere mucha inteligencia emocional por parte de los docentes. En este contexto traumático, ese desafío se generaliza. ¿Cómo se gestionan las emociones de los docentes?
–Estamos todos con miedo: a salir a la calle, a tomar un colectivo, a llevar la enfermedad a tu hogar, a llevarle la enfermedad a un niño inmunosuprimido, a contagiarse uno mismo. Estamos permanentemente entre la vida y la muerte. En las escuelas hospitalarias y domiciliarias de la Ciudad de Buenos Aires tenemos un espacio denominado “Contención”, justamente para que uno pueda expresar lo que está sintiendo y lo que está atravesando. Es un espacio manejado por dos o tres psicólogos, a veces también una trabajadora social, dependiendo del equipo. La participación es optativa, una vez al mes. Dura alrededor de dos horas, ahora lo estamos haciendo de manera virtual. Es muy valioso tener un espacio de confianza, en el que cada uno pueda expresar sus emociones, poder decir: “Tengo miedo”, “Me angustia ir a trabajar sin estar vacunado”.
La pandemia nos enseñó que solos no podemos, que es importantísimo reinventarnos y reinventar la escuela, diseñar nuevas alternativas. Nos mostró que la educación se basa en un esfuerzo y un compromiso colectivo, que requiere del acompañamiento de toda la sociedad.
Hay mucho miedo entre los docentes, otros se enojan. Solo un tercio de los docentes en todo el país fuimos vacunados, según los datos que mencionó (hace unas semanas) el ministro de Educación nacional. Al interior de nuestra escuela, es la misma proporción. Y los que tuvimos la suerte de vacunarnos, solo tenemos la primera dosis.
Es importante tener un espacio para poder gestionar esas emociones con un profesional y con los compañeros. En el hospital lo venimos haciendo desde hace muchos años. A veces cuando uno expone sus inquietudes, la mirada de otro compañero aporta ideas y recursos. Es un espacio que nos da herramientas, que requiere también de una escucha activa entre los compañeros, y que muchas veces nos devuelve el norte, la brújula.
Antes hablábamos de la ética del cuidado: es fundamental que los docentes podamos sentirnos cuidados. Nosotros como profesionales cuidamos al niño y a la familia, pero también es importante el cuidado del cuidador, desde la conducción escolar y desde las autoridades gubernamentales.