Gloria Vidal: “Tenemos que poner la educación en la agenda de todos”

Involucrar a más actores en el debate sobre educación, consensuar planes a largo plazo y aprovechar las lecciones aprendidas durante la pandemia son algunas prioridades para empezar a superar la “crisis de los aprendizajes”, sugiere Gloria Vidal, exministra de Educación de Ecuador.

 Gloria Vidal: “Tenemos que poner la educación en la agenda de todos”

FOTO: Gentileza Fundación Varkey

“A veces como sociedad tenemos una posición bastante cómoda, y vemos a la autoridad de turno pelearse por hacer cambios, pero nos quedamos sin tomar partido, sin involucrarnos. Me parece que debemos tener una demanda, una voz mucho más alta”, plantea Gloria Vidal, exministra de Educación de Ecuador, en diálogo con Agenda Educativa. Vidal estuvo en Buenos Aires para participar de la Conferencia sobre Experiencias Internacionales de Desarrollo Profesional Docente, organizada por el Ministerio de Educación de la Ciudad de Buenos Aires junto con la Coalición Latinoamericana para la Excelencia Docente y la Organización de los Estados Iberoamericanos.

La conferencia convocó a diversos actores del mundo educativo –academia, hacedores de política pública, líderes de opinión, docentes y organizaciones educativas– para reflexionar alrededor de la mejora de la carrera docente. Allí Vidal participó de un panel sobre experiencias regionales y locales de desarrollo horizontal docente. La convocatoria se dio en el marco del debate en la Legislatura porteña sobre el proyecto de reforma de la carrera docente.

Gloria Vidal fue ministra de Educación de Ecuador (2010-2013), después de ser viceministra (2006-2010); entre otras iniciativas, fue corresponsable del Plan Decenal de Educación 2006-2015 en su país. También fue embajadora de Ecuador en Argentina y presidió la Comisión Interamericana de Educación de la OEA. Antes que todo eso, es docente: fue maestra de Lenguaje y Literatura, Estudios Sociales y Filosofía en varias instituciones educativas, y también fue rectora de una escuela en Guayaquil.

–La preocupación por la calidad educativa es recurrente en el debate público en Argentina. ¿Hasta qué punto es una preocupación regional?

–Me parece que todos los países están con una reflexión bastante profunda en relación con la llamada “crisis de los aprendizajes”. Muchos de los sistemas se están replanteando por qué aquello que evaluamos no necesariamente refleja lo que nuestros alumnos necesitan o demandan de la escuela en este momento. Me parece que eso nos lleva a una reflexión más profunda sobre la forma en que concebimos los sistemas educativos, y sobre el rol de los maestros en los resultados del proceso de enseñanza y aprendizaje.

La Conferencia sobre Experiencias Internacionales de Desarrollo Profesional Docente fue organizada por el Ministerio de Educación de la Ciudad de Buenos Aires junto con la Coalición Latinoamericana para la Excelencia Docente y la OEI.

–Hoy aparecen varias habilidades y saberes “nuevos” (habilidades socioemocionales, ciudadanía global, pensamiento computacional, etcétera), mientras que las evaluaciones muestran que la escuela no logra enseñar Lengua y Matemática. ¿Cómo conviven esas nuevas exigencias con las demandas tradicionales hacia el sistema?

–Uno no puede avanzar sobre otro tipo de aprendizajes si no tiene un cierto dominio sobre el lenguaje y las matemáticas, porque estos ayudan a desarrollar otras habilidades del pensamiento. Las habilidades blandas van desde poder teorizar sobre un tema hasta argumentar, contraargumentar, trabajar en equipo, ser empático. Estas habilidades nos van a permitir reconvertirnos una y otra vez, que es una exigencia propia de esta sociedad tan cambiante, según dicen las investigaciones. Cada uno tiene un plan de vida, pero es probable que en cinco o diez años ese plan de vida cambie tanto que necesitemos replantearnos nuestras tareas y habilidades. Eso requiere aprender cosas nuevas, pero solo aprenderé cosas nuevas en la medida en que domine el lenguaje y la abstracción matemática.

–A veces en Argentina el debate educativo parte de la premisa de que atravesamos un momento de decadencia o de derrumbe. Usted lideró una reforma educativa en Ecuador, ¿por dónde empieza un proceso exitoso de mejora educativa?

–Yo siempre pienso la educación como una opción esperanzadora, como una herramienta para romper los esquemas que atrapan al ser humano. Me parece que, si bien podemos hablar de una crisis educativa en general –no solamente en este país, sino en muchos; y la pandemia la ha llevado a escala mundial–, las crisis también son el umbral de las grandes oportunidades. Las crisis nos plantean tantas interrogantes y nos cuestionan tanto que finalmente terminan siendo la puerta de entrada a nuevas oportunidades. Por ejemplo, la pandemia nos demostró que estamos lejos de manejar eficientemente la educación a distancia, sobre todo en los sectores vulnerables. También nos mostró que los adultos que acompañan procesos educativos de niños y de jóvenes tienen un rol decisivo; nos mostró cuán creativos pueden ser los maestros ante instancias tremendamente complejas, incluso sin contar con las herramientas apropiadas. Se abrieron instancias de diálogo con la familia y de intercambio de experiencias con otros maestros, se compartieron experiencias y soluciones, hubo mucha solidaridad entre docentes. En definitiva, diría que por muy profunda que sea una crisis, esta siempre va a arrojar luces sobre las oportunidades que el futuro nos trae.

Siempre pienso la educación como una opción esperanzadora, como una herramienta para romper los esquemas que atrapan al ser humano. Las crisis nos plantean tantas interrogantes y nos cuestionan tanto que terminan siendo la puerta de entrada a nuevas oportunidades

Gloria Vidal

–En esa construcción del futuro de la educación, ¿qué rol pueden tener las familias y la sociedad civil? En Ecuador ustedes involucraron a la ciudadanía por medio de una consulta popular previa a la reforma educativa. ¿Cómo se puede institucionalizar esa participación?

–Efectivamente, nosotros durante los años 2005 y 2006 comenzamos la construcción de un plan a largo plazo. Me parece esa es una de las cosas que faltan en la región. Los planes a largo plazo te permiten pensar en un proyecto educativo de nación, no un proyecto educativo gubernamental atado a la gestión del momento. Necesitamos que, más allá del gobierno de turno, la nación tenga claro hacia dónde quiere ir con su política educativa; que los ciudadanos se pongan de acuerdo en tres, cinco, diez cosas sobre las que quieren basar sus planes nacionales.

Esa fue la idea en Ecuador: se sometió a votación popular un plan educativo con ocho políticas. Primero, para poner en la agenda de las personas el tema educativo. Hay que sacarse de la cabeza que este es un tema solo de los especialistas, del ministro de Educación, de los gremios o de los profesores. El tema educativo nos atañe a todos los ciudadanos. Es importante que cada uno participe de la discusión educativa desde su punto de vista: el padre de familia, el especialista, el profesor, el alumno. El debate se enriquece con esa participación plural.

También es importante destacar que no necesariamente el tema educativo es prioritario para nuestros gobiernos, que tienen otras urgencias: la seguridad, la pobreza, la inflación… Esas urgencias desplazan lo importante. Si tú tienes una nación fortalecida en educación, necesitarás destinar menos presupuesto a la salud, a la seguridad, a la defensa. En definitiva, menos presupuesto al sostenimiento democrático, porque un pueblo más educado es un pueblo con bases más democráticas. Entonces es clave que los gobernantes estén convencidos de que la educación debe ser prioridad. Algunos gobernantes en el mundo nos han demostrado que, al tener la educación como punto número uno de su agenda, han solucionado otros temas inquietantes. Hoy escuchaba a un expositor que mencionó a Tony Blair, quien cuando era primer ministro siempre decía que tenía tres prioridades: en primer lugar, la educación; en segundo lugar, la educación; en tercer lugar, la educación.

Los planes a largo plazo te permiten pensar en un proyecto educativo de nación, no un proyecto gubernamental atado a la gestión del momento. Necesitamos que los ciudadanos se pongan de acuerdo en tres, cinco, diez cosas sobre las que quieren basar sus planes nacionales

Gloria Vidal

–¿Cuál es el efecto de sumar nuevas voces al debate educativo?

–Me parece que cuando nosotros discutimos sobre política educativa, sobre los docentes o sobre el currículum, con frecuencia lo hacemos en soledad: hay pocos interesados fuera del sistema. Es fundamental que se metan en esta discusión los políticos que aspiran a cargos importantes, los periodistas, los líderes deportivos, los artistas, etcétera. En Ecuador tuvimos los casos de algunos futbolistas que triunfaron en Europa y que volvieron a sus pueblos con el deseo de aportar a la transformación educativa. La construcción se enriquece en la medida en que se involucran personas que vienen de otros contextos.

Me preguntabas antes por las familias: me parece que muchas veces las familias encuentran en la escuela un lugar donde dejar a sus hijos durante algunas horas, confiando en que durante ese tiempo los chicos tengan una vivencia educativa, pero sin saber mucho qué es lo que pasa dentro de la escuela. La pandemia instaló la escuela dentro de nuestra casa: me gustaría pensar que esa vivencia no se perderá ahora que hemos vuelto, entre comillas, a la normalidad. Ojalá la escuela sepa construir puentes sólidos para que las familias estén más cerca.

No veamos los toros desde lejos. A veces como sociedad tenemos una posición bastante cómoda, y vemos a la autoridad de turno pelearse por hacer cambios, pero nos quedamos sin tomar partido, sin involucrarnos. Me parece que debemos tener una demanda, una voz mucho más alta. La educación nos atraviesa a todos: porque tenemos un hijo, un nieto, un vecino, un sobrino, o porque tenemos una fábrica, una confitería, lo que sea. Entonces no puede resultarnos indiferente. Tenemos que trabajar para poner la educación en la agenda de todas las personas.

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