Debate en el aula: un espacio para que cada estudiante haga oír su voz

A raíz de un hecho reciente, Magdalena Fernández Lemos reivindica el valor de los debates en el aula, pero subraya que las formas son importantes, que no se puede naturalizar las agresiones, y que la escuela es un espacio para el encuentro a partir de las diferencias.

 Debate en el aula: un espacio para que cada estudiante haga oír su voz

La semana pasada se difundió, primero en las redes sociales y luego en los medios de comunicación, un video que mostraba a una docente discutiendo con un estudiante de manera destemplada. Como ya sucedió tantas otras veces, las lecturas del episodio se articularon siguiendo las huellas de la grieta que estructura la coyuntura partidaria en nuestro país: sin lugar para medias tintas ni concesiones, un campo de batalla estéril con contendientes encolumnados y atrincherados en extremos opuestos.

La escena podría haber suscitado múltiples debates, desde el rol de las nuevas tecnologías en manos de las y los estudiantes hasta los análisis críticos respecto de la formación docente. Sin embargo, la mayor parte de las consideraciones que circularon desde el estallido de la noticia resultaron consideraciones superficiales y punitivistas esbozadas con el solo propósito de sacar rédito político. A su vez, detrás de la mayoría de las reproducciones que publicitaron este contenido hasta el cansancio se encontraban medios ávidos de consumidores, dispuestos a fogonear la violencia y el aturdimiento a cambio de algunos clicks.

Por supuesto, hay algunas cuestiones básicas que se deben señalar. Todas las y los docentes tenemos opiniones y posturas frente a diversos temas. No hace falta ocultarlas pero tampoco pueden ser el sustento de nuestras clases ni mucho menos el motivo de agresión a estudiantes. Más allá del contenido ideológico partidario de este caso puntual, es necesario que en términos generales abandonemos la mirada adultocéntrica para comprender que la visión del docente debe ser una más en el aula, y que justamente el valor agregado que podemos aportar no está en el contenido sino en la capacidad para estimular que cada estudiante pueda hacer oír su voz, desarrollar argumentos sólidos, hacer uso del pensamiento crítico y enriquecerse del intercambio con pares.

El valor agregado que podemos aportar está en la capacidad para estimular que cada estudiante pueda hacer oír su voz, desarrollar argumentos sólidos, hacer uso del pensamiento crítico y enriquecerse del intercambio con pares

Los debates son estimulantes y fructíferos cuando son debates; cuando podemos escucharnos y entendernos aún en el disenso. Las formas importan: no podemos naturalizar los gritos y las agresiones, menos en un aula. En una sociedad plagada por la violencia en todas sus formas, la escuela debe ser el espacio que nos permita encontrarnos en la diferencia desde el respeto y la voluntad de construcción colectiva.

Somos seres políticos, estamos atravesados por la política, y eso implica que la escuela y la educación también lo estén. Pero la política no son solamente los partidos políticos. Esa es una diferenciación central que debemos aprender y ejercer. El problema está en el cómo y el para qué, no en el qué. Todos los temas pueden estar presentes en la escuela, la pregunta es cómo los abordamos y con qué fin. Todos los temas están presentes en la escuela, de una manera u otra, porque el aula no es impermeable a lo que sucede en el exterior, sino que es con todo aquello que enmarca esas cuatro paredes. 

Sin embargo, existe también una línea sutil, una diferenciación posible y deseable, y es precisamente allí donde radica la potencia de la escuela, en ese intersticio que nos permite distanciarnos para ver más claramente, en esa oportunidad para crear una comunidad diferenciada que nos habilite a imaginar otras formas de ser y estar en el mundo

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