Una exploración de los “caballos de Troya” para la innovación educativa
Elecciones legislativas: construir consensos para transformar la educación
La nueva composición del Congreso nacional es una oportunidad para consensuar líneas de acción que permitan transformar el sistema educativo argentino a largo plazo, más allá de los cambios de gobierno, propone Magdalena Fernández Lemos.

Cuando hay elecciones todo parece girar en torno a ellas: los gobiernos, los partidos, los medios de comunicación, los memes, las charlas de café, las cenas en familia. El fulgor electoral no solamente domina la agenda pública sino que se cuela por las hendijas de nuestra vida privada. En un principio las estrellas de la conversación son las y los candidatos: quiénes se presentan, cómo se componen las listas, qué partidos se juntan y qué partidos se separan. Después la campaña: entrevistas serias y otras más descontracturadas, publicidades, eslóganes, propuestas, ataques, debates, discursos; la búsqueda del voto joven, de los sectores medios, la preocupación frente al desencanto, los actos de cierre multitudinarios; la veda. Y finalmente el día de las elecciones: boca de urna, encuestadores, datos de color, las horas interminables en los búnkers, los discursos de los ganadores y de los perdedores.
Esto acaba de suceder y como resultado tenemos una nueva composición del Congreso Nacional. El 10 de diciembre juran mandatos diputados y senadores. Es entonces cuando comienza lo que de verdad importa; y sin embargo no suele ameritar siquiera un titular. La ebullición electoral termina con los resultados, pero es precisamente entonces cuando empieza el verdadero juego al que necesitamos prestar más atención. ¿De qué hablan, sobre qué legislan? ¿Qué ignoran, qué niegan, qué procrastinan? Y lo más importante: ¿de qué queremos que discutan? ¿Qué temas necesitamos poner sobre la mesa?
Las conversaciones que se dan en el Congreso son relevantes. Los temas que llegan a los recintos son resultado de una priorización, requieren de debates e intercambios, y en el mejor de los casos tienen por resultado regulaciones que afectan (positivamente) la vida de todos. En educación esto se revela especialmente necesario: en un país en el que solamente 3 de cada 10 jóvenes pertenecientes a los sectores más vulnerables logran terminar el secundario, es urgente consensuar nuevas líneas de acción que nos permitan construir otra realidad. Esto no significa, sin embargo, presentar frenéticamente proyectos de ley que, en la mayoría de los casos, descartan toda la experiencia precedente. Necesitamos leyes y también recursos –muchos más de los que suelen asignarse– pero sobre todo necesitamos una propuesta, una apuesta, un plan.
En un país en el que solamente 3 de cada 10 jóvenes pertenecientes a los sectores más vulnerables logran terminar el secundario, es urgente consensuar nuevas líneas de acción que nos permitan construir otra realidad
Sí, es fácil decirlo, y parece obvio. Me pregunto entonces por qué no será un tema en agenda si es tan evidente. ¿Cuál es la bala de plata en educación? ¿Qué es eso que cambia la trayectoria del sistema educativo? ¿Qué es lo que necesitamos para que nuestro sistema deje de reproducir desigualdades? ¿Son los docentes? ¿Los incentivos? ¿El diseño curricular? ¿La cultura?
Hay diferentes teorías, algunas hechas desde escritorios que nunca fueron aplicadas, otras ya implementadas por países. Contamos con estudios que sistematizan las reformas y sacan conclusiones. Existen muchas verdades y, para ser honesta, yo no creo que sea posible encontrar una ganadora absoluta. Diferentes dispositivos han funcionado en diferentes lugares: desde darles casi total autonomía a las escuelas hasta prescribir currículums, desde profesionalizar la carrera docente e invertir en directivos como agentes de transformación hasta construir sistemas de rendición de cuentas plagados de incentivos y lógicas del mercado. La educación no es una ciencia exacta, no hay una sola receta o una fórmula mágica. Porque además de educación existe contexto, historia, cultura, cantidades, economía, modelos. Pensar que hay una fórmula única para países y comunidades tan distintas es desconocer la realidad de cada lugar. Por eso, cada Estado necesita encontrar su propio camino; y ya es hora de que nosotros encontremos el nuestro.
Hace años que nos dedicamos a paliar emergentes, a poner curitas. Y sí, tiene sentido. Vivimos en Argentina, un país en el que muchas escuelas no tienen baños, en el que los pibes llegan a clase con dolor de panza del hambre, en el que la pobreza aumenta, la urgencia es real y hay que atenderla. Tenemos que arreglar escuelas y construir nuevas, agregar jornada extendida, poner en funcionamiento comedores, arreglar los techos que se caen. Todo eso hay que hacerlo, mejor y más rápido. Pero eso es tarea del Poder Ejecutivo; al Poder Legislativo debemos exigirle algo mejor que la gobernabilidad básica de supervivencia.
Tenemos que arreglar escuelas y construir nuevas, agregar jornada extendida, arreglar los techos que se caen. Pero eso es tarea del Poder Ejecutivo; al Poder Legislativo debemos exigirle algo mejor que la gobernabilidad básica de supervivencia
Hablemos de las motivaciones de los estudiantes. ¿Qué quieren aprender, qué disfrutan? Hablemos de la estructura del sistema, de la pedagogía, del currículum, de nosotros los docentes. Hablemos de lo que pueda hacer la diferencia.
Por supuesto, no soy ingenua, el Poder Legislativo no va resolver todos nuestros problemas. Pero nos puede ayudar a estar un poquito más cerca de tener una sociedad que al menos se regula con marcos más justos, que conversa sobre temas relevantes, y que transforma desde la propuesta. Sobre todo, en una Argentina tan inestable y fluctuante a los ciclos políticos, las leyes pueden funcionar como acuerdos para plasmar ideas innovadoras y duraderas que sean un proyecto estatal y no solo de gobiernos de turno.
En educación, en donde las propuestas se vienen interrumpiendo cada dos años a pesar de contar con mucha evidencia que indica que los cambios sistémicos requieren más tiempo, necesitamos reimaginar la educación colectivamente para el largo plazo y hacer las apuestas correspondientes. No dejemos pasar más el tiempo. La realidad es urgente y no puede esperar a la próxima elección.