Una exploración de los “caballos de Troya” para la innovación educativa
“Debemos generar habilidades para que los niños sean ciudadanos globales”
Carolina Muñoz es maestra de Inglés en una escuela primaria de la ciudad de Bandera, Santiago del Estero, y está nominada al Global Teacher Prize. Ella propone ver la actual emergencia como un escenario de oportunidades, y subraya la necesidad de escuchar la voz de los estudiantes.

Carolina Muñoz es maestra de Inglés en la Escuela primaria N° 751 Teniente General “Juan Carlos Sánchez” de la ciudad de Bandera, Santiago del Estero. Ella utiliza las TIC, la gamificación y el método del aula invertida para motivar y educar a sus alumnos, que pertenecen a una comunidad vulnerable, donde incluso los recursos básicos como el agua son escasos. Por su trabajo, Carolina ha ganado numerosos premios: el último es la nominación al Global Teacher Prize, junto con otros 50 docentes de todo el mundo.
Bandera queda a 260 kilómetros de Santiago capital, bien al interior de la provincia. Allí Carolina enseña inglés en 7° grado. Usando Google Earth, ha llevado a sus alumnos a recorrer otros países y ha convertido a muchos de sus estudiantes en “prosumidores”, es decir, productores y consumidores de contenido digital con un propósito educativo concreto: que los chicos mejoren el manejo del inglés y sus habilidades comunicativas.
–¿Cómo encararon la continuidad pedagógica en Bandera, con el desafío de la conectividad?
–A esta pandemia la asocio con un escenario de grandes oportunidades para los docentes. Es un momento de reflexión sobre nuestras prácticas pedagógicas. Es un momento de crisis, pero también de descubrir nuestras habilidades ocultas. Los docentes hemos estado desafiados a buscar nuevas alternativas para seguir manteniendo esto que yo denomino el “sorprendizaje”: una fusión de sorpresa y aprendizaje.
En mi escuela tenemos el problema de la conectividad. No todos los alumnos tienen dispositivos en la casa, sea computadora con cámara o un celular adaptado para llevar adelante clases virtuales por Zoom. En general nos comunicamos vía Whatsapp.
Esto comenzó en marzo, con la suspensión de 15 días: en ese momento atiné a confeccionar un parche, como todos los maestros. Mi parche era adaptar un libro en PDF, compartirles algunos videos de Youtube y mandarles enlaces con actividades interactivas con chequeo automático. Cuando pasaron las dos semanas y se empezaba a hablar de una prolongación, empecé a hacer mis propios videos. Ese fue mi gran desafío en esta pandemia: enfrentar una cámara y armar videos, editarlos, ponerles efectos y música.
Siempre pienso en potenciar lo que tengo y no desperdiciar mi tiempo pensando en lo que no tengo. Mi teléfono no es muy moderno, pero le saqué provecho.
A esta pandemia la asocio con un escenario de oportunidades para los docentes. Es un momento de reflexión sobre nuestras prácticas pedagógicas, y de descubrir nuestras habilidades ocultas
Carolina Muñoz

–Tu trabajo previo a la pandemia también involucraba las TIC. ¿Cómo fue tu acercamiento a la tecnología?
–Es una aliada. Yo comencé en 2015 dándome cuenta de que mi clase estaba muerta. Mis alumnos estaban en mi clase, pero emocional y cognitivamente no me acompañaban, porque no estaban entretenidos con lo que les estaba brindando. Lo que hice en ese momento fue encuestarlos para saber qué querían. En función de eso comencé a reinventarme. Siempre hablo del fin de la maestra tradicional, que enseñaba de modo teórico, y del comienzo de una maestra moderna, con la voz estudiantil ayudando a esa construcción y a ese aggiornamiento. Los chicos querían algo distinto, pedían más tecnología. Entonces incorporé proyector, parlantes, teclado y mouse inalámbrico, y nunca más usé el pizarrón. A partir de ese momento, me llevaba la clase digitalizada, en Power Point o Prezi. Y si necesitaba usar el pizarrón, armaba un documento de Word y escribía ahí como si fuera una pantalla interactiva.
En 2017 fui seleccionada por la Comisión Fulbright para una capacitación en San Francisco, California. Estuve 21 días allá. Y siempre digo que de ese viaje no volví. Tuve la oportunidad de interactuar con otras escuelas, otros actores educativos, otro mundo. Dije: yo quiero lo mismo para mis alumnos. Al volver a la Argentina, hablando con mi directora, ella me dice que en la escuela había una pantalla interactiva pero que no la habían instalado. Había sido otorgada a la escuela antes de mi ingreso, junto con un carro móvil de primaria digital. Me trajeron el hardware, que era una cajita de 20×20, abro la caja y digo: “Acá hay oro en polvo, esto tiene que estar funcionando para los chicos“. Me puse a investigar con Google y Youtube, tutoriales, y a la semana ya estaba la pantalla interactiva funcionando en el aula.
Después de eso, uno de mis alumnos me dice: “¿Por qué no usamos una computadora en vez de una carpeta?”. En ese momento le dije: “Dejame pensarlo, Alejandro”. Yo pensaba: “¿Cómo hago para dominar 28 máquinas y que no se me vayan por la tangente estas criaturas?”. Lo pensé y a la clase siguiente les dije: “No usamos más carpeta, usamos computadoras“. Entonces transformamos los libros y carpetas tradicionales a un formato digital.
Esto abrió un abanico de oportunidades para los chicos. Ellos no sabían usar el Word. Llegué a la conclusión de que mis alumnos tenían habilidad para la tecnología, pero vinculada al ocio: scratch, estado, posteo, esas cuestiones. Pero cuando los llevaba a un ámbito más educativo y productivo, los ponía en jaque porque no sabían ni siquiera cómo guardar un archivo en Word.
–O sea que no son tan “nativos digitales”.
–No son tan nativos. Sí saben manipular dispositivos tecnológicos. Pero a la tecnología hay que virarla hacia escenarios pedagógicos, convertir a los estudiantes en prosumidores, productores y consumidores de contenido digital. También incursionamos en la gamificación, la producción de juegos vinculados a la educación. Mis alumnos están en la era del gamer, entonces proponerles desde la escuela la programación de juegos no tiene nada que ver con leer fotocopias en blanco y negro y ver un pizarrón escrito con tiza. Los chicos programaron juegos digitales y juegos en formato físico, les incorporaron códigos QR con respuestas a los desafíos. Todo esto, hecho por niños de 12 y 13 años que por primera vez tenían un encuentro con la tecnología y el inglés.
Me di cuenta de que mis alumnos tenían habilidad para la tecnología vinculada al ocio: scratch, estado, posteo… Pero cuando los llevaba a un ámbito más educativo y productivo, los ponía en jaque

–¿Cómo hacés para que tus alumnos se sientan ciudadanos globales y valoren el aprendizaje del inglés?
–Llevándolos a lugares donde no sea todo tan abstracto. Aprender una lengua extranjera en general requiere imaginar otro mundo, que puede parecer inalcanzable. Siempre estudiamos con lo imaginario. Un día les propuse a mis alumnos llevarlos de paseo virtual por el mundo. Los llevé a la cuna del inglés, a Gran Bretaña, a Estados Unidos. Eso permitió que vieran un poco más allá de su horizonte, y que le dieran el valor necesario al aprendizaje de una lengua extranjera, para que puedan ingresar en el futuro a un escenario de intercambio con el mundo. A través de Google Earth, nos íbamos de paseo por distintos lugares, “estuvimos” en Londres. Me interesaba mostrarles el para qué y el por qué es importante aprender una lengua extranjera. Después el libro hablaba del meridiano de Greenwich, entonces los llevé de paseo al Observatorio de Greenwich, estuvieron virtualmente en la línea que marca el grado cero.
Los docentes ya sabíamos que la tecnología venía golpeando las puertas de nuestras aulas. Nos dábamos cuenta de que el sistema venía obsoleto. Hoy la información está detrás de un clic, nosotros en el aula tenemos que generar habilidades y capacidades para que nuestros niños puedan convertirse en ciudadanos globales: trabajar en equipo, ser flexibles, humildes, resilientes, empáticos. Y mi favorita: altruistas, capaces de hacerle bien al otro sin esperar nada a cambio, lo opuesto del egoísmo.
–¿Cómo está impactando la situación actual en tus alumnos?
–Todos caminamos en esta ruta de la incertidumbre, estamos envueltos en ese signo de pregunta de no saber cómo hacer ese reencuentro. Sabemos que no va a ser la misma escuela que se cerró a mediados de marzo, que vamos a volver a una escuela atravesada por un montón de protocolos, que este distanciamiento físico va a estar como una barrera entre nosotros. Eso genera mucha tristeza en los chicos, sobre todo en séptimo grado, porque terminar una trayectoria escolar primaria en estas condiciones no es lindo. Pero siempre les digo: “Chicos, estamos en un momento histórico. Contemos historias de las buenas. Que dentro de diez años, cuando sean adultos, tengamos algo bueno para contar de esta situación fea que nos toca pasar”.
Tenemos que generar capacidades para que nuestros niños puedan convertirse en ciudadanos globales: trabajar en equipo, ser flexibles, humildes, resilientes, empáticos. Y mi favorita: altruistas
–¿Cómo te imaginás la escuela post-pandemia? ¿Qué te gustaría que cambie?
–Casualmente, todas estas preguntas nosotros se las hicimos a nuestros alumnos. Estamos en un proyecto en el que estamos tratando de crear la nueva escuela en función de la voz estudiantil. Esto tiene que ver con mi experiencia: la voz estudiantil a mí me ayudó, me llevó a la reflexión y al cambio. Ahora esa propuesta la estamos amplificando para toda la escuela. Nosotros encuestamos a nuestros alumnos vía Whatsapp, ellos nos hicieron devoluciones riquísimas, en las que pudimos ver cuáles son los intereses y cuáles son las necesidades. Los chicos de primero a tercer grado respondieron con dibujos o audios, los chicos de segundo ciclo con respuestas más elaboradas.
Lo que resuena es la tecnología. Ahora estamos desarrollando líneas de acción para conseguir fondos para comprar equipamiento. Nuestro fin elemental es que los chicos vuelvan a la escuela y no usen el pizarrón, de hecho nuestra propuesta se llama “De pizarrón a muro de las expectativas“. La idea es que ese pizarrón va a funcionar como un “muro de las expectativas”. Queremos recibir a los chicos con una nueva escuela, con una tecnología presente en el aula para trabajar: proyectores, teclados, mouse, parlantes. Dios quiera que podamos conseguir el dinero para comprar el equipamiento, para que todo esto se pueda materializar. Sueño con poder equipar las aulas y que los chicos se lleven una sorpresa al volver a la escuela.