Una exploración de los “caballos de Troya” para la innovación educativa
Agustín Porres: “Sin demanda social, no hay reforma educativa posible”
Poner en el centro los aprendizajes, hacer de la educación una batalla cultural, pensar en políticas públicas dejando al margen las disputas partidarias: estos son algunos aprendizajes que Agustín Porres destaca tras haber entrevistado a 31 exministros de Educación de todo el mundo.

Por su trabajo como director regional de Fundación Varkey, Agustín Porres conoce a muchos ministros y ministras de Educación. Fue precisamente en el marco de una reunión del Grupo Atlantis –una iniciativa de Varkey que nuclea a exministros– que se le ocurrió la idea de escribir un libro que recogiera los aprendizajes de quienes lideraron los sistemas educativos en sus países.
Así surgió Tareas pendientes. Aciertos y errores de 31 exministros para pensar el futuro de la educación (Paidós): un libro que, a partir de 31 entrevistas, propone un recorrido por las experiencias, los aciertos y los obstáculos que atravesaron exministros de diversas regiones del mundo. En esta entrevista, Porres sintetiza sus propios aprendizajes a partir de las conversaciones con estos referentes.
–¿Cómo surge la idea de un libro de entrevistas a exministros de educación?
–La idea del libro surgió después de una reunión con exministros del Grupo Atlantis, una iniciativa de Fundación Varkey. Ahí, Esteban Bullrich lanzó una pregunta que encendió el debate: ¿qué reformas educativas nos quedan pendientes? Me dejó pensando en cómo poder aprovechar la experiencia de quienes fueron ministros de educación. Aprender de lo que quisieron hacer y no pudieron, escuchar sus experiencias. El punto de partida es entender la pandemia como una oportunidad para hacer los cambios necesarios en educación.
La primera entrevista fue a David Coltart, de Zimbabue. Después fuimos sumando otras voces. Para mí las conversaciones fueron espectaculares por el nivel de confianza, de transparencia y de profundidad en la reflexión. Cada una es distinta. Y los entrevistados son diversos: algunos pertenecen al Grupo Atlantis, otros no; son de distintas regiones del mundo; tienen distintos perfiles y experiencias. Algunos son más técnicos, otros más políticos.
Se trata de aprender de lo que los exministros quisieron hacer y no pudieron, escuchar sus experiencias. El punto de partida es entender la pandemia como una oportunidad para hacer los cambios necesarios en educación
Agustín Porres
–El título habla de las “tareas pendientes”. ¿Con cuáles de esas tareas se podría avanzar en el escenario actual?
–Hay un tema que está muy presente en todas las conversaciones: la batalla cultural. Hay que priorizar la educación a toda costa. Eso va más allá de los ministros de educación y de los docentes: abarca a la dirigencia política, los medios de comunicación, la sociedad en general. Para que la reforma sea posible, es necesario abrazarla entre todos. Si no hay una demanda social, no hay reforma posible.
Otro desafío compartido es el del gobierno de la educación. Es fundamental trascender la política partidaria, porque los tiempos de gobierno son demasiado cortos. En América Latina los ministros duran, en promedio, dos años. ¿Cómo hacer para que estén más tiempo, incluso más allá de un mandato? ¿Cómo darles más estabilidad?
Lo mismo al nivel de las escuelas: tenemos que animarnos a pensar una mayor autonomía. No podemos estar en el siglo XXI intentando manejar las escuelas desde los ministerios. Pero para avanzar con la autonomía, primero tenés que mejorar el gobierno de la educación. Porque no le podés dar autonomía a la escuela si no la acompañás, y para hacerlo necesitás políticas de evaluación que requieren una mirada de largo plazo.
Hay otras cuestiones más técnicas: reforma de la carrera docente y de la formación, el tema de la conectividad, el involucramiento de los padres. Pero estos cambios se hacen posibles si hay una batalla cultural ganada y más estabilidad y sostenibilidad a largo plazo.
–En el epílogo, el libro recoge algunos aprendizajes y resalta la cuestión de la “batalla cultural”. Al visibilizar el valor de la escuela y los docentes, ¿la pandemia ayudó a instalar esta batalla?
–Sí. Pero es una oportunidad que no hay que dejar pasar. Muchos exministros me decían: “No podemos volver a 2019”. La vuelta a la normalidad no nos sirve. Hay que volver a algo distinto. Todos tenemos bastante claro que queremos cambiar: ahora es el momento. No va a haber otra oportunidad como esta. Por eso, creo que el de la batalla cultural es el mensaje que más nos puede interpelar. Todos podemos involucrarnos con esto.
Hay un tema que se repite en las conversaciones: la batalla cultural. Esto va más allá de los ministros de educación y de los docentes: abarca a la dirigencia política, los medios de comunicación, la sociedad en general
Agustín Porres

–También se menciona varias veces la dificultad para conciliar la lógica partidaria (en inglés, “politics”) con la lógica de las políticas púbicas (“policy”). ¿Cómo se logra el salto desde la primera hacia la segunda?
–Tiene que haber una decisión política de fondo, que requiere mucho coraje. Tiene que haber voluntad política para desprenderse y ceder poder. La demanda social ayuda, pero no alcanza. No se voltea a un gobierno por una crisis educativa. Daniel Filmus cuenta en el libro que un ministro de Economía renunció cuando él dio un aumento, y que en ese momento él pensó que lo iban a echar. Habló con el presidente Néstor Kirchner y este le respondió: “¿Cuántas veces en Argentina el ministro de Economía hizo renunciar al ministro de Educación? Que una vez el ministro de Educación haya hecho renunciar a un ministro de Economía es lo mejor que puede pasar”.
–¿Cuáles fueron los principales obstáculos que mencionan los exministros?
–Yo les preguntaba: imaginate que te cruzás en el pasillo con la persona que está asumiendo el cargo, ¿qué consejo le darías? Muchos me decían: que se enfoque. No se puede hacer diez reformas. Elegí tu batalla: ¿qué querés cambiar? Hay que asumir que los cambios son paulatinos, elegir cuál es la reforma que podés hacer, y priorizar. No ser mesiánico, pensar en una construcción de equipo.
También hablaron de hacer foco en el aprendizaje. Hay muchas discusiones –la infraestructura, los recursos, el presupuesto– que pueden desenfocarte. Si pusiéramos los aprendizajes en el centro, ordenaríamos el resto de las discusiones. Nuno Crato, exministro de Portugal, me dijo: “Hay muchos sindicatos: el de los docentes, el de los no docentes, el de los universitarios. Yo cuando asumí como ministro me consideré el sindicalista de los estudiantes”. Como diciendo: la silla del ministro es la del representante de los estudiantes. Me pareció una muy buena imagen.
Varios hablaron de hacer foco en el aprendizaje. Hay muchas discusiones –la infraestructura, los recursos, el presupuesto– que pueden desenfocarte. Si pusiéramos los aprendizajes en el centro, ordenaríamos el resto de las discusiones
Agustín Porres
–A veces creemos que nuestros problemas educativos son exclusivos de Argentina, pero al leer el libro pareciera que muchos son problemas globales. ¿Te sorprendió encontrar esas similitudes?
–Efectivamente, muchos problemas son comunes. En ese sentido, habría que aprovechar la oportunidad de aprender de los que ya se equivocaron. Me sorprende que no lo hagamos. Cuando le pregunté a Steve Maharey, exministro de Nueva Zelanda, qué le diría al próximo ministro, me respondió: “Que por favor mire todo lo que hice y conserve algo, que no anule todas mis medidas”. Es decir: que haya continuidad. Hoy eso no pasa: cambia el ministro y cambian los planes.
Un ministro de educación deja de ser ministro y no lo llama nadie. Nadie le pregunta qué aprendió en el cargo, nadie le pide consejo. Cuando yo consultaba a los exministros por sus aprendizajes, se fascinaban contándomelos. No están acostumbrados a que les pregunten. Algunos escribieron libros después de la experiencia. Pero si no, hay un bagaje de aprendizaje que se pierde.
–¿Hace falta un poco de humildad en la política?
–Yo encontré mucha humildad en ellos para compartir lo que aprendieron. El tema es tener humildad cuando estás en el poder, y salir a pedir consejo. Le pregunté a Otto Granados, exministro de México, cómo hacía para irse a dormir tranquilo con 36 millones de alumnos que dependían de él. Y me respondió: ser ministro no es un programa feliz. Sos feliz después de ser ministro. No hay tiempo, no hay margen: ese hábito de consultar tiene que estar arraigado, porque si no, no te va a salir naturalmente.
–¿Qué sensación te dejaron esas 31 conversaciones?
–Me encontré con 31 perfiles muy distintos, yo les decía que estaban un poco locos. Salgo de esta experiencia revalorizando mucho a las personas que se animaron a ser ministros. Creo que hay que ser un poco inconsciente para asumir una responsabilidad de ese tipo. Jaime Saavedra, exministro de Perú, decía que era el honor más grande de su vida haber podido servir a su país de esa manera. Hay una vocación de servicio, entrega, dedicación. Desde la tribuna es fácil pegarles, los vivimos criticando. Se habrán equivocado más o menos, pero creo que es necesario revalorizar y honrar lo que hicieron.
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